sábado, 10 de abril de 2010

No necesito GPS

Día 1. 7 de abril de 2010.

Me levanto temprano para hacer algo importante. No recuerdo ya ni la hora exacta ni que era era tan importante, supongo que la maleta. Mis padres deciden que se come chino, comida típica del país para despedirse de España. Con el estomago más lleno de lo necesario para conducir, y sorprendentemente a la hora prevista, me subo en el Tata y parto raudo hacia Madrid. Con la guía de viamichelin imprimida y con un par de viajes ya hechos a casa de mi hermano conduzco tranquilo sin miedo a perderme. ¡Ay “inocent”!

- ¿Hacia Fuencarral? Está “chupao”.

Cual taxista autóctono de la comunidad autónoma de la capital dirijo el volante convencido, y sin GPS, hacía Madrid. Por si acaso, aprovecho una parada a 104 km de mi destino, con casi tres horas de camino ya realizadas, para consultar lo que el señor Michelin me recomienda para llegar a la morada de mi querido hermano.

- ¡Uy! Pues no me suena esto que dice el tito Michelines. Bueno, voy a saber yo más que internet. Lo que aquí ponga bien puesto estará.

Se masca la tragedia. Aún así, sigo las indicaciones pertinentes: A2 Zaragoza por la M-30 hasta encontrar R2-Zaragoza blablablá, etc. El caso es que me paso la entrada. Evidentemente me di cuenta medio segundo después de tener tiempo para reaccionar. Con tan mala suerte que hay obras en Madrid (vaya novedad).

- Pues nada, ya daré la vuelta

Y sí, en cuanto pude, di la vuelta. Allá por donde Brian perdió las alpargatas. Doy la vuelta y me dirijo nuevamente hacia la capital de nuestra querida patria. Esta vez por una nacional maravillosa en busca de la M-30 como si me fuera la vida en ello. Llego a la M-30 y tomo la salida que antes había pasado de largo en un descuido. Y llegué en seguida a Fuencarral. Fuencarral barrio o Fuencarral pueblo o lo que sea, porque la calle Fuencarral no era.

- ¡Douh!

En ese instante viene a mi mente la salida O’Donnell y mi desprecio hacia ella porque no era lo que de decía un logo de neumáticos. Miro la guía que tan sabiamente me imprimisteis vosotros.

- Gire a la derecha en la salida de O’Donnell.

- “Nyas coca!”.

Pues nada, di la vuelta completa a la M-30 y me metí en Madrid. Llegué a la primera y sin despeinarme al parking de la última visita a la ciudad que nos ha robado a Dani y a Sergio. Y en leds rojos se leía “completo”.

- ¿Completo? ¡Me cago en tu puta madre!

No fue tan grave. Pero es lo que dije, y digo bien, no lo pensé, lo dije.

A partir de aquí ya es lo de siempre. Me vienen a ayudar con los trastos tomamos unas cañas, comemos como cerdos y a dormir.

El viaje duró dos horas más de lo esperado. Así pude escuchar más de esos fantásticos CDs que me grabasteis.

Nota: La botella de ronmiel sigue viva.

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